jueves, 26 de noviembre de 2009

Las relaciones escolares. Comentario de Guadalupe Acle

LAS RELACIONES ESCOLARES. UNA VISIÓN SISTÉMICA

OFELIA DESATNIK. Por Guadalupe Acle

Lo más importante que hay del acto de leer es precisamente la relación que uno mismo establece con el texto.

En este caso, desde que leí el título del libro intuí que la relación que iba a hacer con este texto iba a ser íntima y cercana; lo fue más cuando tuve la ocasión de conversar con la maestra Ofelia respecto al camino que le había llevado a escribir sobre las relaciones escolares desde una visión sistémica y encontré el paralelismo de las experiencias de ambas como profesionales de la psicología no sólo en el trabajo de consultorio sino también como maestras, pues compartimos la inquietud y el deseo de transmitir lo vivenciado a nuestros alumnos futuros psicólogos pero también a otros profesionales vinculados con la educación, quienes a partir de su propios proceso de aprendizaje y de sus experiencias profesionales particulares construirán a su vez sus propios caminos. Como dice Serrat se hace camino al andar.

Bajo esta reflexión compartiré con ustedes la emoción intelectual, si la pudiera llamar así, que me causó el texto. En primer lugar, el hecho de plasmar en palabras sencillas cuál es la complejidad de la vida escolar; mostrar cómo la multiplicidad de factores y actores escolares están en total interacción, influyéndose recíprocamente para que se pueda lograr o no el éxito educativo, es un concepto clave para entender qué pasa en nuestras escuelas del que estoy plenamente convencida desde hace algún tiempo.

Evidentemente, tal como se relata en el texto, pareciera que este concepto clave es simple, pero, cambiar cognitiva y afectivamente de paradigma no es tan sencillo y lo hemos observado de manera reiterada en las escuelas en las que hemos hecho nuestras prácticas profesionales en el nivel de maestría. Les puedo comentar que al trabajar en escuelas tanto de medios rurales como de urbanos, sean escuelas públicas o privadas (Consultorios) es cotidiano ver que cuando algún niño presenta un problema, siempre hay la tendencia a buscar un culpable: generalmente se empieza por el niño y se sigue con la familia, rara vez se reconocen en el sistema escolar las fallas. Como consecuencia la solución es “arreglar” al niño y, por arte de magia se cree que con eso se solucionará el problema en el aula o la escuela.

La maestra Ofelia en este texto nos ofrece una visión teórica de cómo es que todos los factores y actores que participan en el proceso escolar se interrelacionan de manera circular y no lineal, aspecto clave para entender la perspectiva sistémica. Por ello, como profesionales que nos encontramos atendiendo problemáticas en cierta manera referidas a los ámbitos escolares, es muy importante reconocer esta circularidad así como la conformación de las estructuras de los diferentes sistemas interactuantes. En este sentido, entender conceptos como los descritos por la autora tales como las alianzas, las triangulaciones, las coaliciones, la reciprocidad, la complementariedad y el dinamismo que se da entre los participantes de estos sistemas será la base para tomar decisiones respecto a aquellos cambios que tendrían que hacerse para solucionar los conflictos o las situaciones problemáticas que se reporten.

Aunado a todo lo anterior, el texto nos hace reflexionar sobre las emociones y creencias que le dan su toque particular a esta circularidad entre los sistemas, trabájese desde la perspectiva teórica que se trabajen las emociones o se fundamente el actuar profesional, es innegable que lo que piensa y siente un maestro respecto a un alumno o viceversa influirá en el interactuar escolar. Lo mismo sucederá con otros actores como los padres, los directivos, los administradores escolares y hasta con los políticos quienes toman decisiones que, indudablemente afectan de manera distal, lo que sucede en la escuela y en sus aulas. Un ejemplo de esto que podría comentarles por ser la educación especial el objeto de estudio de la residencia en que participo, es la famosa política de integración educativa, que no sólo ha influido en lo que pasa en la escuela sino también en la familia de los niños que presentan discapacidad con o sin necesidades educativas especiales.

En las relaciones escolares pudiéramos decir que si bien desde la perspectiva sistémica todos contribuyen en el mantenimiento o en el cambio del sistema, dos actores son fundamentales: los profesores y los estudiantes. Así, al leer el libro no es difícil verse retratado en uno u otro rol, según el que esté desempeñando en el momento de leerlo. De aquí que surjan preguntas que podrían llamarse de auto evaluación, por ejemplo: ¿Cómo he construido el significado de ser profesor? ¿Cómo lo construyen mis alumnos? ¿Qué representaciones tenemos maestros, alumnos, directivos, padres respecto al proceso de enseñanza-aprendizaje? ¿Qué emociones y creencias tenemos unos acerca de los otros? ¿Cómo influyen éstas no sólo en el aprendizaje sino en la motivación de mis estudiantes para aprender lo que creo enseñar?

El texto nos ofrece algunas directrices que podrían guiar la respuesta a éstas y otras muchas preguntas y nos comenta diversos estudios que se han llevado a cabo tanto en México como en otros países respecto a estos y otros tópicos que se están estudiando en la actualidad, aunque es posible que hayan estado presentes desde hace tiempo tales como el burnout o agotamiento de los maestros o la violencia en las escuelas, el estrés de profesores y de los alumnos incrementado por diversas circunstancias como la necesidad de mantener altos niveles de desempeño, la situación económica o familiar, etc.

Al margen de la autoevaluación y reflexión que pudiéramos tener sobre estos temas, cabe resaltar que en la parte final del libro la autora nos hace una excelente fundamentación de qué evaluar, por qué, cuándo y cómo hacerlo en el ámbito de las relaciones escolares. Si bien, ella nos hace referencia de diversos métodos y técnicas que pueden emplearse, como sería lo cuantitativo versus lo cualitativo, los instrumentos formales versus los informales, cuáles utilizar para estudiar representaciones o cuáles para emociones, o para programas de estudio o la actividad docente o el aprendizaje del alumno, también nos plantea los errores que podemos cometer al evaluar, la toma de conciencia de éstos necesariamente tendrá que guiarnos para llevar a cabo la evaluación de una manera ética.

Dada la perspectiva sistémica que fundamenta el texto, una tarea importante para quienes abogamos por esta postura es precisamente la de mostrar a través de diferentes formas y fuentes de evaluación, en qué parte de la interacción de los sistemas está el problema, pues ello es lo que conducirá la toma de decisiones al respecto. Cuando ejercemos la práctica profesional sea a nivel de consultorio o como la que estamos desarrollando en escenarios naturales como las escuelas o las clínicas, queda claro que no siempre resulta efectivo para la solución de alguna situación conflictiva dirigir las acciones sólo a uno de los miembros del sistema, de ahí que sea relevante cambiar cognitivamente nuestro propio paradigma en tanto psicólogos clínicos o educativos para poder efectivamente proponer mejores soluciones a la problemática a las que nos estamos enfrentando actualmente.

Cuando la lectura de un texto nos hace ir más allá de él y nos lleva a interrogarnos a nosotros mismos acerca de lo que estamos haciendo, considero que es un excelente libro; porque en la realidad no hay casos de libros ni recetas prácticas para aplicarse. Como la autora diría, “cada caso que debamos enfrentar implicará realizar una construcción a partir de nuestros propios conocimientos, significados, creencias y emociones”. De aquí, mi más sincera felicitación a la maestra Ofelia Desatnik, por ofrecernos este texto, compartir su experiencia y hacernos pensar en lo que estamos haciendo y en lo que nos queda por hacer.

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